Los puzzles son una forma estupenda de que los niños aprendan y desarrollen sus habilidades jugando. A partir de los 18 meses, los niños pueden empezar con rompecabezas sencillos de formas.
Esta primera introducción a los rompecabezas no sólo ofrece mucha diversión, sino que también contribuye a su desarrollo cognitivo y motor.
Para los niños de 18 a 24 meses, los puzzles de formas con piezas grandes y resistentes son ideales. Estos puzles les ayudan a reconocer y clasificar formas y colores básicos, al tiempo que mejoran su coordinación óculo-manual y su motricidad fina.
El éxito de colocar una pieza del puzzle en el lugar correcto les da una sensación de logro y confianza en sí mismos. Como padre o cuidador, haces bien en felicitar al niño.
Entre los 2 y los 3 años, los niños pueden empezar a trabajar con rompecabezas algo más complejos, como los que tienen más piezas y formas diferentes.
Estos rompecabezas fomentan su capacidad para resolver problemas y su paciencia, y favorecen su conciencia espacial.
Aprenden a observar, comparar y establecer conexiones lógicas, habilidades importantes para su desarrollo posterior.
A partir de los 3 años, los niños pequeños pueden manejar puzzles aún más desafiantes, con piezas más pequeñas e imágenes más detalladas.
Este tipo de rompecabezas fomentan no sólo su concentración y perseverancia, sino también sus habilidades lingüísticas, especialmente cuando los rompecabezas tienen temas como animales, vehículos o el alfabeto.
Los puzzles no sólo son una actividad divertida y educativa, sino también una forma estupenda de pasar tiempo de calidad con tu hijo.
Hacer puzzles juntos refuerza el vínculo entre padres e hijos. Es una oportunidad para aprender y crecer juntos.
Es una actividad que ayuda a los niños a descubrir y comprender su mundo paso a paso, mientras disfrutan del proceso de aprender jugando.